viernes, 23 de febrero de 2018

El desenlace

–Maestra mentora, ¿cuál es la clave de la salvación?

La voz la saca bruscamente de sus pensamientos. Sorprendida, aparta su puro y levanta la vista. Ahí está él, diario en mano, con mirada suplicante y aspecto derrotado. “Por fin”, piensa ella, “el momento que tanto he esperado”. En cuclillas, juega distraídamente con el cigarro mientras observa su cara y, de reojo, sus manos.

Lleva tanto tiempo siguiéndole que conoce sus gestos y sabe que hoy, agotado, por fin se ha rendido. Ella ha estado a punto de conseguirlo muchas otras veces, pero nunca ha podido alcanzarle. Él es ágil y ella es vieja. Aunque no tanto como aparenta. La búsqueda le ha ajado la frente y encorvado la espalda, dándole aspecto de anciana flaca, arrugada y enclenque. Pero esto no le preocupa. De hecho, es una ventaja, la torna invisible a los ojos ajenos; con ropa andrajosa y cargando su bolsa, su puro y su plato, se oculta entre fieles, turistas y monjes.

Hoy, también ella ha dudado. Le ha seguido hasta el templo de muros blancos y arcos infinitos. Corriendo descalza peldaños arriba, estira la mano, sus dedos lo rozan. Ha estado tan cerca… Pero el guardia del templo la coge del pelo y la estira hacia fuera. Enfadado, masculla reniegos. “Mujeres”, “prohibidas”, “sagrados”… Ella no escucha. “¿Y si el sabio excéntrico de túnica roja se equivoca?”, piensa. “¿Y si no hay guía, heroína o tesoros? ¿Y si no hay pócima, secretos ni magia?”. El guardia la suelta en la entrada. “Ladies are not allowed to enter”, reza el cartel de su izquierda. Se enciende otro puro y se centra en sus dudas.

–Maestra mentora, ¿cuál es la clave de la salvación?

Se levanta, y con paso firme, se acerca al muchacho. Da una fuerte calada al puro y se inclina hacia el insolente. Por toda respuesta, un exhalo de humo negro, que envuelve al viajero en la oscuridad momentánea. El humo se queda y la anciana se aleja.

Tal como pidió el sabio excéntrico, abandona la bolsa que carga sus bienes:. “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que alcanzar el nirvana con pesos tangibles. No sufras, hija mía, te enriqueceré el alma y te aligeraré el bolsillo.”

Ya menos ajada, menos enclenque y con menos arrugas, emprende el camino de vuelta a su casa. Liviana, hojea las claves del maltrecho diario.

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