jueves, 18 de enero de 2018

Crónica de un cuerpo

Su cabello enredado atraviesa la puerta. El viento golpea, sus ondas se agitan. Su frente se arruga, su ceño se frunce, sus venas se marcan. Sus ojos escrutan sin poder ver. Los labios se aprietan, la comisura tiembla. La garganta grita y la boca ahoga. La nariz turbada se abre agresiva, absorbiendo con ansia el aire que necesita. El sudor la recorre. Gira la cabeza a un lado y a otro. Mira de dónde viene buscando adónde ir. Su mente es un nudo. Su cuello se tensa, sus hombros se agarrotan, su pecho se asfixia. El estómago ruge, vacío; se endurece, nervioso. Su brazo derecho exhibe arañazos. La mano, vibrando, retiene la culpa. El brazo izquierdo se agita angustiado. Las piernas, temblando, abandonan sus actos. Corren buscando un pasado. Intentan volver a un tiempo que ya no es donde este ahora no está y lo que pasó no ha sucedido. Pero no lo encuentran y siguen corriendo, cada vez más tensas, más lentas, más culpables y más derrotadas. Entre los coches, entre la gente, en las avenidas, en el puente, en la barandilla.

Sus pies. El derecho arriba y el izquierdo le sigue.

Se paran.

Esperan.

Esperan la orden de bajar y aferrarse.

Pero ya no queda nada. El cabello, las ondas, la frente, el ceño, las venas. Ojos, labios, garganta, boca, nariz. Su cuello, sus hombros, su pecho, su estómago. Los brazos, las manos. Las piernas. De ella, no quedan más que sus pies. Y el derecho –calmado, tranquilo, resignado– da un paso al frente firme y sosegado.

2 comentarios:

  1. Very well! Welcome to the writing world my friend. We want more!!!!

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