martes, 30 de abril de 2013

Reflexiones de un moribundo

¡Todo el tiempo que he perdido!
La sentencia me golpea una y otra vez
mientras observo ensimismado la danza de las llamas.
Es cierto lo que dicen,
estampas de una vida se suceden en mi mente,
transformado en espectador de mi propia crónica.
La puerta está cerrada, las llaves inalcanzables,
la ventana está tremendamente alta y el suelo tremendamente lejos.
Ahora, resignado, espero a la Parca, pues
aceptar mi destino me permite hacer balance.
Pasé por el mundo de puntillas, obedeciendo a todos en todo.
No tengo principios, no tengo ideales, ni nada ni nadie por lo que luchar.
Siendo libre elegí la esclavitud.
¡Qué triste existencia!
El humo se espesa y la habitación se desdibuja mientras instruyo mi propio juicio.
¡Qué triste existencia!
Siendo libre elegí la esclavitud.
No tengo principios, no tengo ideales, ni nada ni nadie por lo que luchar.
Pasé por el mundo de puntillas, obedeciendo a todos en todo.
Aceptar mi destino me permite hacer balance.
Ahora, resignado, espero a la Parca, pues
la ventana está tremendamente alta y el suelo tremendamente lejos.
La puerta está cerrada, las llaves inalcanzables.
Transformado en espectador de mi propia crónica,
estampas de una vida se suceden en mi mente,
es cierto lo que dicen.
Mientras observo ensimismado la danza de las llamas,
la sentencia me golpea una y otra vez.
¡Todo el tiempo que he perdido!

domingo, 21 de abril de 2013

Llegenda sota terra

Pròxima estació: Sants-Estació.

«Vet aquí un monstre ferotge i temible que enverinava l'aire amb el seu alè putrefacte i esverava a tot el regne amb les seves salvatjades.»

S'obre pas a cops de colze un noi gran i malgirbat. Amb cara de males puces i olor d'alcohol de llauna es deixa caure al seient de quatre. Ocupa més d'un lloc i destorba a una senyora que marxa evitant conflictes. S'eixarranca al seu seient, posa els peus a la cadira i escup “i-tu-què-mires”.

«Els habitants de la vila es reunien d'amagat i meditaven estratègies per vèncer al malvat drac. Però no hi havia valent que hi volgués lluitar amb la bèstia.»

Els passatgers callen avergonyits desitjant que la fera no els esculli. Es llancen entre ells mirades còmplices amb ganyotes furtives de “aquest-està-boig”, “millor-l'ignorem” i “jo-no-m'hi-fico”.

Pròxima estació: Tarragona.

«Sense voluntaris, els veïns van acordar deixar que fos la sort qui decidís les víctimes que caurien a les urpes de l'aterridor animal.»

Venturosos viatgers abandonen l'escena i altres de menys sortosos pugen a bord. Els que venen de lluny eviten mirades però tafanegen de reüll si algun agosarat s'encara amb el neci. Una senyora el crida a l'ordre i rep un bufit ple d'insults. La intrèpida iaia marxa espantada mastegant malediccions.

Pròxima estació: Espanya.

«Els vilatans màrtirs es succeïen però la pau regnava entre el veïns amb prou fortuna per fugir del foc del drac.»

Un noi jove capficat amb el seu mòbil s'atreveix a ocupar un dels seients buits i aixeca el cul d'un salt sorprès per un improperi injustificat. Un senyor amb acordió marxa ofès al següent vagó perseguit per xenòfobes blasfèmies.

Pròxima estació: Poble Sec.

«Però fou el cas que un dia el maleït atzar va voler que l'estimada filla del rei fos l'escollida per calmar l'ansia de la fera.»

Un senyor amb barba i panxa prominent entra amb presses arrossegant la filleta, una nena d'uns deu anys que, estirada pel seu pare, corre cap als dos seients buits.

«El veïnat, desconsolat, observà a la princesa encaminar-se al seu final, en busca del temible monstre.»

La nena aterra sense adonar-se sobre el peu de l'intractable que, exaltat per l'atreviment, comença a respirar amb fúria.

Pròxima estació: Paral·lel.

«Però vet aquí que abans d'arribar a la cova del drac volgué el destí creuar-la amb un jove cavaller, cavalcant un corser negre amb una lluent armadura taronja.»

El vigilant entra al vagó guiat pel seu olfacte innat per detectar problemes. Amb un somriure autosuficient es dirigeix al provocador i es planta al seu davant.

«El valerós heroi va enfrontar-se a la bèstia, que va caure derrotat pel coratge i la destresa.»

Llença un “senyor-hi-ha-cap-problema” i el busca-raons respon amb un grunyit en un tímid intent de mantenir la dignitat de cara al públic. El vigilant dona al fidel company caní l'ordre per ensenyar les dents i, poruc i avergonyit, l'energumen s'aixeca i marxa amb el cap baix.

Pròxima estació: Drassanes.

«Diu la història que el salvador va marxar sense voler acceptar la glòria i que desaparegué misteriosament tal com havia vingut.»

El guàrdia deixa el comboi avisant al cercabregues: “ara parlarem tu i jo”. Mirades còmplices i somriures compartits dissipen la llegenda i tornen el vagó a la realitat ensopida.

Pròxima estació: Liceu.

viernes, 12 de abril de 2013

Secreto de confesión

Observa distraído las paredes de su celda. A diario desde los últimos doce años rememora la escena, conservando intacto el odio hacia el hombre que le empujó entre rejas.

– Ave María purísima.
– Sin pecado concebida.

El eco era inevitable en la inmensa iglesia vacía. La modernidad estaba a menudo reñida con los preceptos cristianos. Pero el joven padre Andrés mantenía su pequeña parroquia con obstinación. Creía en sus votos y seguía a rajatabla el mandato de Dios.

– Dime hijo mío, ¿cuánto hace que no te confiesas?
– Años. Siglos, quizás.

La reja del confesionario le permitía al cura intuir a un cuarentón calvo, de aspecto descuidado y mirada inquietante.

– Y, ¿qué faltas te atormentan?
– Un poco de todo, padre. Soy perezoso, me encanta comer, envidio a mi vecino y me vanaglorio de mis logros. Ofendo a Dios y no voy a misa. Tengo constantes pensamientos obscenos y cometo actos impuros siempre que se dejan.

De voz grave y pausada, melodiosa, casi hipnótica, confesaba sus faltas como recitando un poema. No hacía falta ser un experto psicólogo para darse cuenta de que era una persona enferma. Pero la reja que les separaba daba seguridad al padre Andrés, ya que era el mismo Dios quien la protegía.

– Pero no vengo a confesar esas banalidades, padre. Hay algo más. La he matado.

El corazón le dio un vuelco y empezó a palpitar sin control. Dios mío, un asesino. Jamás se había encontrado en una situación en la que el deber de ciudadano y el secreto de confesión chocaban tan frontalmente. Ante el silencio del mosén, siguió confesando.

– Se lo había prometido todo, pero sólo deseaba sentir el poder de decidir hasta cuándo podría seguir viviendo. Esa autoridad me excitaba, padre. Y esta mañana me he decidido. He visto el horror en sus ojos y he disfrutado con sus berridos. Sólo Dios sabe qué se siente al tener la vida de otra persona en tus manos, por eso he venido a contárselo.

El cura estaba paralizado, martirizado por la duda. La barrera también le daba al demente el poder de hablar con Dios, sabiendo que sus palabras se perdían en el cubículo.

– Y ahora que he probado qué se siente, necesito continuar, buscar más víctimas.

La decisión golpeó la conciencia del confesor. Este tipo se podriría en la cárcel pagando por sus pecados. Se levantó con firmeza cuando el chiflado lanzó una última aclaración.

– Pero ella siempre será especial. Adela Comas, primera víctima del verdugo de doncellas.

Y eso es todo lo que recuerda mientras observa distraído las paredes de su celda. Rellenó sus lagunas con el auto policial. “Estrangulamiento y ensañamiento post-mórtem con crucifijo de plata”. El padre Andrés se reencontrará en el infierno con el psicópata demente que le quitó a su hermana.

martes, 2 de abril de 2013

El muro de cristal

Es posible que lleve ahí desde el principio, pero no podrían asegurarlo. Desde luego, no recuerdan el momento en el que se construyó. Quizá fue tan progresivo que ninguno de los dos se dio cuenta de su existencia hasta que era demasiado tarde. Lo cierto es que el muro de cristal se levanta solemne entre ellos. Sólido, impertérrito, imponente. Los separa de forma tajante, no pueden hablarse ni tocarse. El muro es tan grueso que ningún sonido es capaz de atravesarlo. Pueden estar muy cerca, pero el obstáculo se presenta como una distancia insalvable.

De vez en cuando, uno de ellos examina el muro minuciosamente, buscando una grieta, una ranura, cualquier indicio de la fragilidad de la pared. Pero nunca las encuentran y terminan desistiendo. Hace tantos años que conviven con él que es difícil no rendirse ante la costumbre de que permanezca entre ellos.

Pero ese día todo cambia. Una fugaz casualidad les descubre el punto débil del tabique: la música. Por alguna razón, los ritmos melodiosos penetran en la aparente solidez de la tapia y producen minúsculas fisuras. Cuando se percatan de la novedad se muestran escépticos, pues la promesa de libertad siempre produce una leve sensación de temor a lo desconocido en los presos de larga duración. Pero conforme las grietas se muestran perceptibles, la esperanza crece tan rápido como los resquicios.

Observan que, una vez iniciada la fractura del muro, no sólo las partituras consiguen abrirse paso en el cristal. Descubren que cada vez hay más factores que aceleran el proceso. Ya ansiosos, entonan canciones frente al dique, se recitan poesías, leen sus novelas y bailan al ritmo de sus canciones favoritas. Las fisuras son ya grandes grietas que amenazan transformar la muralla en un montón de traslúcidos escombros.

Y de repente, ¡cras!

El inmenso muro aparentemente inquebrantable da paso a una montaña de pequeños cristales que pueden cruzar sin esfuerzo. Nunca han estado tan cerca el uno del otro y, a pesar de que no recuerdan haber oído jamás sus voces, las reconocen como familiares y cercanas.

Ya no existe el muro de cristal. Pero no limpiarán la pila de vidrios rotos, pues les servirá para recordar que una vez la desidia levantó entre ellos un poderoso obstáculo difícil de quebrantar.