sábado, 13 de julio de 2013

Puro blanco

Este es un relato que escribí hace ya bastante tiempo (tengan piedad :P) para el concurso Todos Somos Diferentes, que fomenta la denuncia de realidades racistas y xenófobas.

Hace años que no vendo un cuadro.

Hubo un tiempo en el que mis obras eran conocidas mundialmente y mi talento, ampliamente reconocido. Conseguí pintar las más bellas escenas, reflejar rostros perfectos, plasmar sentimiento en mis lienzos.

Sobre mi paleta, miles de colores. Todos diferentes, todos necesarios. Sirviendo cada uno a un propósito. Mezclándose entre ellos para conseguir mil tonos nuevos.

No debí dejarme influir por los demás. Algunas personas a mi alrededor, envidiosas, intolerantes y malintencionadas, comenzaron a infundirme ideas negativas que terminaron por enredar mi razón. El primer objetivo fue el rojo.

- Evoca la desgracia, la ira, el terror. No deberías dejar que enturbiara tu obra.

Al principio me pareció una idea absurda. Pero con el tiempo comencé a creerlo y terminé pensando que tenían razón, y que el rojo no merecía estar en mi paleta.
Con el tiempo, los murmullos se dirigieron al amarillo.

- El amarillo tiene demasiado brillo, eclipsa al resto de colores. No deberías dejar que robe protagonismo al resto de tonos.

Nuevamente, pensé que el amarillo era esencial en mi obra, y que no estaba en absoluto de acuerdo con las acusaciones que contra él se lanzaban. Pero la insistencia y el tiempo, hicieron que finalmente el amarillo acabara siendo también desterrado.

Los ataques a colores se siguieron sucediendo, y después del amarillo vino el negro, por su sobriedad y el rosa por su palidez. El verde por simbolizar la envidia o el azul por su excesiva luz. El naranja, marrón, violeta, gris, …

El único color que las malas lenguas toleraban era el blanco. “Por sugerir pureza, luz, perfección.”

Hace años que no vendo un cuadro. Mis lienzos son completamente blancos. No son puros, ni luminosos, ni perfectos. Reflejan el vacío de la intolerancia.

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