lunes, 17 de junio de 2013

Prólogo

Querido lector, el que tiene en sus manos no es un libro corriente. Es el más triste de la historia de los libros. Y también el más alegre. No es una historia real, pero es la más veraz de las historias.

José Arcadio Buendía nació marcado por su nombre. Su padre, un serio funcionario del ayuntamiento del pueblo, portaba su apellido sin pena ni gloria. Su madre, una atolondrada soñadora, deambulaba entre la fascinante ficción de las novelas que devoraba y la soporífera realidad de la familia que cuidaba. José Arcadio jamás comprendió cómo terminaron juntos y siempre albergó la sospecha de que el apellido de su padre y los gustos literarios de su madre tuvieron más peso del que una mente cuerda pudiera esperar. Así fue la tremenda alegría que invadió su casa cuando el primer retoño nació varón, José Arcadio, al que le siguió un segundo, Aureliano, y una niña, Amaranta, pudiendo así completar la “graciosísima” obsesión novelística iniciada con su nombre.

José Arcadio Buendía creció marcado por el empeño literario de su madre. Le atiborraba de libros y le incrustaba el sueño de ser un gran escritor de novelas. “Que sí, José Arcadio, que ya llegarán las ideas”. Cada noche, se sentaba frente a la hoja en blanco, primero con esperanzas y luego por costumbre. Pero las ideas no llegaban, pues era aburrido hasta la médula, en eso salió al padre. De casa a la escuela y de la escuela a casa. Y más tarde, de casa al trabajo y del trabajo a casa. Su abanico de experiencias era tan escaso que ni siquiera podía inventarlas. Y así pasaron los años. Primero murió su padre, más tarde Amaranta por un catarro mal curado, partió Aureliano a una guerra absurda y finalmente, murió su madre perdida entre personajes que se le antojaban de lo más reales.

José Arcadio Buendía envejeció sentándose cada noche delante de la hoja en blanco. Y entonces, un día, pasó. En su tedioso trayecto del trabajo a casa encontró a una mujer rolliza con mejillas coloradas. “Úrsula, me llamo, soy nueva en el pueblo”. Qué cachondo es el destino, pensó José Arcadio. Y ella siguió hablando todo el trayecto. Y él siguió escuchando embobado todo lo que aquella diosa tuviera que decir.

José Arcadio Buendía murió aquella misma noche, delante de su hoja. Cogió su pluma y de sus yemas salieron miles de historias. De amores encontrados, de atardeceres, de viajes inhóspitos, de batallas, abrazos, canciones, de esto y de aquello, de barcos y de risas, de rencores y ríos. No es que hubieran llegado las ideas. Ya estaban allí, encerradas bajo llave. Cuando se abrió la compuerta, no pudo parar y José Arcadio Buendía vació cada una de sus neuronas, exhaló todos sus pensamientos y empleó hasta el último aliento. Y cuando su imaginación se secó, cayó muerto encima de su hoja, que hoy ya no era blanca.

Querido lector, el libro que tiene en sus manos es el primer y último suspiro de vida de José Arcadio Buendía. Espero que lo disfrute.

4 comentarios:

  1. Me ha gustado leerlo fuera de Macondo.
    Saludos Andrea :)

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    1. Me alegro de que te haya gustado! Muchas gracias por tu comentario :))

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  2. Hola Andrea,

    Al principio no entendia como es que habias copiado un fragmento de 100 años de soledad... y después me he dado cuenta que el relato era tuyo. Arrggg!!!

    Tenias razón en el prólogo, es la historia de un escritor, la mas triste y la mas bonita.

    Lastima que tanta explosión de imaginación resultara fatal para el pobre Jose Arcadio Buendía.

    Y como siempre, un placer leerte.

    Un abrazo Fabricadora de Historias.

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    1. Gracias UTLA!!

      Como mínimo José Arcadio murió sin ser el aburrido individuo de las hojas en blanco. ¿Cómo sería el libro que escribió y que vendría después de este prólogo? Esto igual da para una segunda parte... ;)

      Un abrazo y gracias por tu comentario!!!
      Andrea

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