domingo, 10 de marzo de 2013

Alegato final

Agentes uniformados lo conducen lentamente hacia su destino. Las cadenas en pies y manos ralentizan el trayecto y Tim no tiene prisa alguna. Nunca la tuvo. Se recrea en los que sabe serán sus últimos pasos y observa altivo a la comitiva que lo acompaña. “Moriré como un mártir”, piensa, “y mi hazaña se mantendrá eterna en los libros de historia”.

Una enfermera les abre la puerta, ataviada con bata, gorro y mascarilla. Tim sospecha que el atuendo, más que protegerla, le cubre la conciencia. Los guardias lo guían hasta la camilla donde le exhortan a sentarse. Se posiciona tranquilamente disfrutando de la creciente impaciencia de sus verdugos, que trajinan con llaves y esposas para liberar al reo de forma temporal.

Mientras trabajan concienzudamente amarrando sus brazos con correas, Tim navega hasta el lago Geary donde, seis años atrás, se afanaba con las sustancias. Nitrato de amonio y cajas de Tovex. Siempre fue diestro en la química práctica. “¡Mira que eres lento!” le repetía su madre a menudo. Lo que ella no sabía es que su parsimonia confería a sus manos serenidad y firmeza para mezclar ingredientes a la perfección, sin verter ni precipitar. Con cuidado y paciencia, llenaba con el material resultante el Mercury Marquis alquilado en Tulsa bajo el nombre falso de Robert Kling.

Observa calmado la habitación donde, momentáneamente, le han dejado solo. Recuerda el procedimiento que, esta misma mañana, le ha explicado el carcelero. Le conceden un par de minutos consigo mismo. Para rezar y arrepentirse, dicen. Pero Tim no los necesita, tiene la conciencia impoluta. Las 170 víctimas y casi 700 heridos son daños colaterales inevitables en una guerra contra el mal. Aquel edificio federal albergaba oficinas del FBI y, cualquier otra justificación es, a su modo de ver innecesaria.

Percibe impasible el movimiento de las cortinas que, poco a poco, dejan al descubierto semblantes furiosos, caras amargas y ojos llorosos. Una voz metálica aúlla desde el altavoz. “Prisionero 12076-064: Timothy McVeigh. Condenado a muerte el 13 de junio de 1997 por el atentado de Oklahoma City que causó la muerte de 168 personas y 679 heridos. Proceda con su alegato final”.

Pausado, calmo y seguro, con la venia de Thomas Jefferson, sentencia: “El árbol de la libertad debe ser vigorizado de vez en cuando con la sangre de patriotas y tiranos.”

2 comentarios:

  1. Hola Andrea,
    Esto me ha recordado cierta noticia de un ex-marine en un centro militar pero en aquella ocasión con explosivos.
    Me ha causado cierta ansiedad y desasoiego, por un momento me he visto en el patíbulo, sin comprender muy bien cual era su crimen.
    Y después... horrible.
    Increible relato desde la mentalidad perversa de un psicópata.
    Inquietante... y muy bueno.
    Un abrazo Fabricadora de historias.

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    1. Muchas gracias, UTLA! Perdona por la tardanza, como ves he estado un tanto ausente. Vuelvo con ganas a mi vida de bloguera! ;)

      Me "alegro" de que te haya causado ansiedad y desasosiego, porque era la intención :P Varias personas me han dicho que tengo un "lado muy oscuro". Habrá que invertirlo en crear historias ficticias, no sea que me salga por otros derroteros! ;)

      Un abrazo!!

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