lunes, 18 de febrero de 2013

Quimeras

La-chica-de-gafas baja las escaleras que la conducen a su insípida rutina. Se dirige al andén de siempre, en el punto habitual, para subir al vagón acostumbrado. A pesar de haber recorrido miles de veces cada milímetro del trayecto, sus pasos son inseguros. Le pesan los años, la soledad, el abandono, la tristeza, la experiencia, los “y-si” y los “nunca-más”.

La-chica-de-gafas no tiene nombre. Cierto es que sus padres le pusieron uno, pero de eso hace ya muchos años y nadie lo recuerda ni muestra interés por hacerlo. Nunca ha tenido a alguien que la amara ni a nadie a quien amar. Para escapar de la amargura, imagina a un galán inventado. Es atractivo, aunque no diría que es guapo, un poco bajo y cabezón, no demasiado detallista y más bien estirado. Podría haberlo ingeniado mejor, pero hasta en sus fantasías es conformista. Hace años que permanece en sus delirios y, con el tiempo, ha conseguido perfilarlo con detalle de retratista experta.

La-chica-de-gafas suele perderse con él mientras el traqueteo del metro mece sus fantasías. Pero hoy, inexplicablemente, el aviso acústico del cierre de puertas la devuelve a la realidad y algo llama su atención desde el otro lado de la vía. Alguien. Está sentado en el vagón que circula en dirección contraria y, antes de poder reaccionar, ya parte irremediablemente con el destino opuesto y el corazón roto por no saber cómo volver a encontrar al que ella cree el hombre de sus sueños.

Enrique la sorprendió mirándolo, sentada en el vagón de enfrente, con ojos como platos. Le costó un rato reconocerla, el tiempo que su mente necesitó para poner a la-chica-de-gafas en contexto. Pero cuando se percató de porqué la conocía, su cuerpo empezó a temblar de arriba abajo y cualquiera habría dicho que había visto un fantasma. Casi.

Enrique la conocía; la conocía muy bien. Antes de ingresar en el centro de salud mental, la-chica-de-gafas se colaba todas las noches en sus sueños y los tornaba temibles y angustiantes. Ella era cínica, controladora, amargada y estomagante. Se dedicaba a perseguirlo por dondequiera que circularan sus fantasías nocturnas. Visitó a innumerables especialistas, pues llegó a horrorizarle caer en los brazos de Morfeo, donde invariablemente lo esperaba su amante forzosa. Enloqueció. Sólo su ingreso en el centro y fuerte medicación lograron borrarla de sus noches. Supuestamente recuperado, hoy retomaba su vida.

Enrique volvió a lanzar una mirada fugaz, para comprobar que realmente era ella. Allí estaba, sin ningún lugar a dudas. Con el cuerpo tembloroso agradeció partir irremediablemente con el destino opuesto y el convencimiento de volver al centro a desterrar una vez más a la que él creía la mujer de sus pesadillas.

Lo que Enrique y la-chica-de-gafas nunca sabrán es que sus quimeras se disfrazan con el rostro de aquél con el que, durante años, llevan cruzándose a diario sin que su consciencia llegue siquiera a sospecharlo.

5 comentarios:

  1. Se han materializado los sueños en sentidos diferentes. Por fin podrán dormir. O eso creo. Me ha gustado el relato, es muy imaginativo y tiene ese punto inquietante de las pesadillas.

    Abrazo Andrea.

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  2. Interesante relato, bien llevado y bien estructurado ;)

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  3. Gracias por vuestros comentarios @jaal y @Daniel :-)

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  4. solo pregunto algo: continuación? me he quedado con ganas de saber algo más de los personajes!

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  5. Hola,
    Historia de un amor imposible. Hay algo perturbador en este relato Andrea-
    Genial el nombre escogido , la-chica-de-gafas. De maestro, no se donde recuerdo haber leido un nombre así.
    Un poco perturbardo el personaje de Enrique, aunque deberia haber sido, como buen antagonista, el-chico-del-mal-despertar. ;->
    Un abrazo Fabricadora de historias.

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