lunes, 22 de octubre de 2012

Érase una vez

Érase una vez un joven príncipe que no quería volver.

Bailes tediosos, fiestas interminables, cenas eternas, impostura perpetua; delicadas doncellas casaderas, calculadoras madres ansiosas, intachables sirvientes entregados, soporíferos músicos de cámara; narices empolvadas, corsés apretados, peinados imposibles, maquillajes impecables; ideas vacuas, cerebros vacíos, sentimientos forzados, almas frías; falsas miradas, falsas modestias, falsa complicidad, falso deseo.

Érase una vez un joven príncipe encantado con su encantamiento.

Paisajes plagados de vasta naturaleza; páramos inundados de charcas purificadoras; libertades que nunca antes había conocido; plenitud al saberse por fin dueño de una vida auténtica; infructuosos esfuerzos evitando cualquier ínfimo contacto con su anterior existencia.

Érase una vez una muchacha buscando a su príncipe azul en una charca.

Érase una vez un beso no deseado, un hechizo roto y un sapo obligado a regresar a su artificial realidad.

3 comentarios: